Aproximadamente una década atrás un canal informativo reproducía una nota que tomaría repercusión nacional y se mantendría presente en el inconsciente colectivo por años. Un grupo de indigentes rosarinos mostraba en cámara un montón de inocentes gatitos a los que planeaban degustar en la cena del dia, una costumbre local que no era conocida traspasando la Avenida de
Circunvalacion. Rápidamente se propago la noticia y se transformo en la burla común hacia la población de la gran urbe. Pero como he mencionado este plato tenia su tradicion. Remontándonos unos años atrás encontraremos los origenes de esta cuestion. Y como tantas otras anecdotas de la ciudad encuentra principio en el evento mas importante de la region, el clasico de la ciudad. En este caso no se trataba de un partido definitivo, pero era un clasico. No condenaba a uno ni consagraba al otro pero, como siempre, nadie lo quería perder. El encuentro se desarrollaba con normalidad el elenco auriazul se imponia 1 a 0 y transcurria el minuto 89 del match. Una jugada intracendente en mitad del campo, un jugador de la visita impacta el balon arrojandolo involuntariamente fuera de los limites del terreno de juego, era un claro lateral para los canallas pero el juez del encuentro, el recordado Jose “Gato” Cabrera se distrajo con una voluptuosa rubia de esas que nunca faltan en la platea canalla y no observo la accion. El juez asistente Ramon Poyera opto por no involucrarse y la escena termino con un injusto lateral para el equipo mas frio. El Corcho Lopez se encargo de poner la pelota en juego, observo al Loco Helido solo por la banda y alli se dirigio el esferico. Helido desbordo con facilidad al agotado marcador auriazul y envio un centro bajo y sesgado, parelelo a la linea de fondo que hizo sufrir como nunca a la ya maltratada hinchada canalla. La pelota tomo una trayectoria impredecible, un efecto desconcertante. La parcialidad leprosa parecio tomar algo de calor por un milisegundo, pero fue un solo milisegundo y solo una falsa sensacion, la pelota se estrello contra el parante derecho, volvio hacia el centro, jugueteo con la cal de la linea de meta, impacto el otro palo y cuando parecia que el portero la podria contener llego el Cacho Richetti y la envio de un patadon afuera del enorme estadio mundialista. El sufrimiento de la hinchada auriazul fue tan inmenso como el estadio mismo, o como la ciudad, diria yo. Pero asi termino el partido y todo se transformo en algarabía en la tribuna que da a Regatas y ambas plateas y todos disfrutaron como nunca aquel triunfo, es que cuando "uno mas sufre en el partido mas goza al final", dicen. Y no habia canalla que pareciera recordar su sufrimiento de un minuto antes. La fiesta se desparramo por toda la ciudad, copando cada bar y cada rincon, salvo un punto, una coordenada, en el vestuario del arbitro un grupo de gente enardecida atacaba a piedrazos al juez. No fue una de esas agresiones en las que la policia interviene, la plebe se difumina y todo termina finalmente en paz, sino que por el contrario el buen hombre fue raptado, atado cual Moctezuma de cada una de sus extremidades, descuartizado tras una brutal tortura. Cualquiera pensaria en los actos bandalicos de un grupo de leprosos enojados por su caida, pero no. Eran numerosos canallas que atribuian al juez los 5 segundos de mayor sufrimiento en la historia de los clasicos, al menos hasta ese momento. Las malas lenguas cuentan que los restos del desafortunado arbitro fueron comidos por la alcoholizada masa de canallas que festejaba, no solo el 1-0
sino tambien el acabar con un ser que los hizo pasar uno de los momentos mas angustiantes de su vida. Otros relatan que los choripaneros usaron sus restos para los choris del domingo siguiente. De una forma u otra, los rosarinos terminaron comiendose al "Gato" Cabrera y ganandose asi el mote que aun los identifica.