viernes, octubre 27, 2006

Humanos en la terminal

Mientras espero al abuelo sonriente acobijado por la calidez del lugar miro por la ventana de cafetín entre los nervios de mi compañero alemán. Definitivamente siento que estoy donde quiero estar.
Afuera algunos adolescentes se animan a atravesar la noche de borrasca inminente y se cruzan sin mirarse por miedo a parecer humildes. Yo pienso en el ideal de belleza equivocado que los hace sentir lindos, niego con la cabeza y la giro para ver al hombre de los diarios sentado a escazos centímetros de mi suerte con su cabeza aún ensangrentada.
El abuelo sonriente nos regala café tan rápido que el aroma aún no había conquistado nuestro olfato, vuelvo a pensar lo mismo: no quiero estar en otro lado.
La prostituta y su amigo disfrutan las exquisiteses del abuelo sonriente y se vuelven parte de la galería de personajes aportando el tono portuario que le falta a la pintura.
Entiendo que soy parte del ambiente y me considero en condiciones de tener sexo con la señora por una suma de dinero insignificante, más aún cuando me mira y me dice un piropo comparable con el biscocho deglutiendonse en el estómago nervioso de mi amigo alemán.
El abuelo sonriente nos aporta más alimentos de su panadería del infierno y el lugar se vuelve cada vez más agradable.
Cuando el héroe ensangrentado dejó el lugar la diferencia de potencial entre el bar terminal y la calle hacían evidente la inminente entrada de personajes de altísimo nivel.
Pero entre tangos y trenes olvidé que no estaba volando liviano por el realismo mágico de la cosmopolita ciudad de la furia, sino que llevaba una nerviosa bola de presidiario atada al tobillo.
Me levanté y me fui, la propina fue nuestra presencia, y tal vez una parte de nuestra dignidad...

5 comentarios:

Diego Manuel Soria dijo...

Cafetin de mala muerte. Las imagenes cambian y se corrompen segun el espectador. Los sonidos se distorionan al punto de ensordecer oidos y almidonar otros. ¿Cuántas veces tuve que hacer tiempo en este bar del infierno con su desagradable anciano detras de la barra, sus horrendas mujeres de la calle lanzando piropos comparables solo con el crujido de una cucaracha al ser exprimida por un zapato de doble suela?
La vida nunca es una. Se multiplica hasta el infinito y tal vez mas. Con cada mirada, con cada palabra, cada caricia.
Solo hay una verdad en los cafes de esta ciudad: SI NO DEJAS PROPINA....TE PUTEAN.

Javier dijo...

Este hombre con cara de cobrador sirviendo cafes calientes y facturas que, o tienen altas dosis de bromato o están subsidiadas nos da la pauta de que la vida da segundas oportunidades.

m j dijo...

Humanos en la terminal? Todos saben que no hay humanos en la terminal, y sino, preguntenle a la madre de Diego Manuel...

Ze Bastian dijo...

Los adolescentes que no se animan a atravesar las noches de borrasca inminente luego no comprenden porqué debajo de la fachada del abuelo de heidi se puede encontrar el rostro más cruel de la muerte e incluso no podrían encontrar el bar terminal ni con un mapa de turista, es el riesgo que se corre cuando se prefiere la comodidad del hogar antes que la excursión aleatoria con el alemán y los "amigos" al azar que este sujeto consigue.

Anónimo dijo...

Muy lindo che, los invito a mi blog para que lean un poco si les gusta: papelesmojados.blogspot.com