El Río del Olvido (cuarta entrega): segundo escrito del libro de Theodren
"Inmóvil. Como si fueran fantasmas se ciernen sobre el cajón. Sólo imágenes borrosas donde debía haber rostros familiares. Caminan, o tal vez flotan, en torno a esa especie de altar improvisado, cuyas blancas paredes aterciopeladas intentan hacer más placentero el supuesto viaje. Como una coraza vacía, descansa mi cuerpo, aún recordado. Siguen girando los fantasmas. Caras sin rasgos, cuerpos inmateriales, emiten sonidos que parecen risas, ¿o quizás sean llantos?, me resulta imposible distinguir unos de otros. Tal vez, después de todo, unos y otros sean lo mismo.
Puedo divisar entre los fantasmas, rostros conocidos. Personas acosadas por los espectros. Sentadas sobre tres sillas contiguas, puedo apreciarlas nítidamente. Tristes, unidas, y a la vez, nunca más separadas del resto del mundo. Los fantasmas las persiguen, les hablan, tal vez intentan confundirlas con sus lenguas bifurcadas, con sus risas que parecen llantos.
Mi mujer y mis dos hijas lloran mi desgracia, o lo que ellas creen es mi desgracia, como tres musas que ya no tienen a quien engrandecer con sus palabras, su belleza, su presencia.
Quisiera gritarles con toda la potencia de mi voz, No lloren por mí.
Los fantasmas se desvanecen y la oscuridad se hace presente. La caja de madera desciende lenta e irreversiblemente a las profundidades de este mundo.
La caja, la cárcel.
Aún puedo oír sus risas, sus llantos. Pero poco a poco se van rindiendo ante el sonido de la tierra sobre el cajón. Ya no se oye nada. Todo es silencio, aquí, en mi última morada.
Me abandoné, y entonces...comencé a soñar."