Ese día la lágrima estaba amarga, supuse que el mozo había olvidado el azúcar. La dejé sobre la mesa y presté el oído a las gentes a mi lado. Luego de escuchar una serie de lamentos sobre la imposibilidad de escapar del Café y cansado de las mismas historias de siempre, me percaté de que un viejo chiflado recitaba su historia subido a una de las barras del lugar:
"Mi ciudad es una maraña de calles imposibles, con miles de curvas, centenares de bocacalles y millares de baches. Las hay de tierra, cemento o mármol, incluso las hay de oro. Todas ellas están habitadas por criaturas despiadadas. Seres infernales cuyo único fin es el de atormentar a los transeúntes. Les soplan falsos recorridos, los guían a callejones sin salida y desgastan sus esperanzas con falsas promesas. En mi barrio todos provenimos del Este, del Río del Olvido y comenzamos a andar por las calles del barrio con toda la inocencia de la que somos capaces. Pero antes de que nos demos cuenta, las brujas y los espectros nos han ya enredado con sus lenguas de serpiente y nos hallamos vagando por solitarias calles de ficción.Sin embargo, algunos, que nos creemos elegidos, desenmascaramos a los fantasmas, y quienes aún tenemos fuerzas para correr, lo hacemos.De los que huimos, solo algunos que nos creemos elegidos encontramos la avenida de la Dicha, es ancha y es bella y nos hace sentir felices y vemos que no fuimos los únicos en encontrar la avenida y corremos y corremos como si estuviéramos en el Este nuevamente y entonces descubrimos que la avenida es corta y que nos hallamos en el Oeste, junto a un Río. El Río del que nos hablaban las brujas. El Río del Olvido. Pero, de pronto ya no somos sólo nosotros, todos están aquí, todos llegamos al mismo tiempo, todos los caminos conducen al Río del Olvido..."